La carrera de 400 metros se considera la más difícil del mundo
Exige un equilibrio extremo entre velocidad y resistencia, agotando el cuerpo
La carrera de 400 metros es reconocida como una de las más desafiantes en el mundo del atletismo, debido a las complejas demandas que impone a los corredores. No es un sprint puro ni una prueba de medio fondo, lo que significa que los atletas deben encontrar un equilibrio delicado entre velocidad y resistencia, sin poder acelerar al máximo durante toda la distancia, pero también sin la posibilidad de dosificar fuerzas a lo largo del recorrido.
Esta singularidad es lo que convierte a los 400 metros en una de las pruebas más agotadoras y exigentes. Los atletas deben mantener un ritmo rápido sin agotar sus reservas de energía, enfrentando un desafío único que combina lo mejor de las pruebas de velocidad y las de medio fondo.
Mientras que en carreras más cortas, como los 100 o 200 metros, la velocidad es el factor determinante, y en distancias más largas, como los 800 o 1.500 metros, la estrategia se centra en la resistencia, los 400 metros requieren un balance casi perfecto entre ambos. El estadounidense Quincy Hall, por ejemplo, ganó recientemente la final masculina de esta prueba con una impresionante remontada, demostrando la importancia de gestionar cada fase de la carrera con precisión.
Clasificada en su momento como una prueba de media distancia, los 400 metros son ahora considerados un "sprint prolongado" por World Athletics, la entidad que rige este deporte a nivel global. Este cambio refleja la naturaleza híbrida de la carrera, que combina elementos de diferentes disciplinas.
“A veces, los 400 metros también se conocen como la 'prueba mortal', debido al intenso estrés que impone al cuerpo, especialmente en los metros finales”, comenta Jürgen Schiffer, doctor y subdirector de la Biblioteca Central de la Universidad Alemana del Deporte en Colonia.
El entrenador Clyde Hart, quien guió a atletas como Michael Johnson y Jeremy Wariner, sostiene que es imposible correr los 400 metros a máxima velocidad de principio a fin. La ciencia apoya esta afirmación: la carrera lleva al cuerpo al límite de su capacidad para generar energía, especialmente en una prueba con deficiencia de oxígeno.
El recorrido de los 400 metros se divide en distintas fases, cada una con sus propias demandas fisiológicas. Durante los primeros 50 metros, los corredores utilizan energía inmediata almacenada en forma de ATP y fósforo creativo, una energía intensa pero de corta duración. Entre los 50 y 200 metros, se activa la glucólisis anaeróbica, que quema glucosa sin oxígeno y produce ácido láctico, provocando la fatiga muscular.
En la fase final, entre los 300 y 400 metros, el cuerpo depende de la energía aeróbica, que es más lenta de producir, y los músculos están saturados de ácido láctico. Este es el momento en que la carrera se convierte en un reto mental, donde la lucha no es solo contra otros competidores, sino contra el propio cuerpo y la necesidad de superar el dolor.
Este agotador patrón energético es la razón por la que, según estadísticas recopiladas desde los Juegos Olímpicos de 1968 en Ciudad de México, nunca se ha registrado una carrera de 400 metros en la que la segunda mitad sea más rápida que la primera.
Atletas de renombre como Usain Bolt, Shericka Jackson y Wayde van Niekerk han expresado su aversión por esta prueba, debido al extremo esfuerzo físico que requiere. Van Niekerk, quien estableció el récord olímpico en 2016 con un tiempo de 43:03 segundos, confesó: “Lo odio porque sé lo que le hace a mi cuerpo”.
La carrera de 400 metros sigue siendo la más temida y respetada, una prueba que exige lo mejor de la velocidad, la resistencia y la fuerza mental.